Lascivia

Hay ocasiones en que te miro sin que me veas, y me hablas y te oigo sin escucharte, a medias, no porque no te ponga atención, al contrario, observo tu cabello, tu cuerpo; tu cuerpo, y te recreo en mi mente, con un deseo profundo, lascivamente. Eso no es ignorarte, es hacer caso a esos otros mensajes que hay en ti, a ese metalenguaje que tu desprendes, tal vez sin darte cuenta o acaso sospechándolo. Son esos mensajes de mujer completa, de hembra madura que capta y atrapa mi yo más animal, mi yo más instintivo. Entonces te acaricio con mis ojos, te recorro todo el cuerpo, las miradas, y ya sólo el aire separa a mis manos de tu piel, y las palabras de amor y de placer que entonces te digo las pronuncio con el pensamiento. Luego, sorprendiéndome, volteas y me miras, me preguntas en que he estado pensando, ¡como sí ya lo supieras todo, como sí lo hubieras escuchado todo! Y hay complicidad en tu sonrisa, y ya no digo nada y me quedo callado, pero lo sé todo y lo sabes todo, y nos miramos y seguimos hablandonos con el pensamiento, diciendo la lascivia y el deseo; y lo sabemos todo, a través de esa telepatía oculta que hay entre nosotros.