¿Quién era yo antes de olvidar quien soy ahora?

18.6.12

Cuento suave para una sirena hermosa y sus sirenitos.

     Bruno tenía mucha hambre, pero bruno no era una persona cualquiera, es más, ni siquiera era una persona, era un monstruo, podría decirse que era feo, pero no malo, y en realidad ni siquiera feo era, sólo que gozaba de una belleza muy rara, sólo apreciable para los verdaderos admiradores de la belleza en todas sus formas y colores, osea los niños, es decir, había algunos adultos capaces de reconocer la belleza de Bruno, pero no todos, y de todos toditos los niños sí que cuando lo podían ver se les hacía bonito, tenía un pelaje que cambiaba de colores cada minuto, a veces era dorado y luego cambiaba a rojo, y de este a amarillo y en ocasiones se mezclaban todos los colores y se formaban lindas figuras en él. Tenía un sólo colmillo salido y afilado del lado izquierdo que salía hacía arriba, y dos ojitos del tamaño de unas pasas, a veces se le tapaban con su pelo, era bajito y algo rellenito, de tantas palabras que comía, ah porque no he dicho que Bruno comía palabras y es por eso que tenía tanta hambre, y también que a cada palabra que comía se iba haciendo invisible y de este modo podía andar entre la gente y estás sin verlo y como no creían en los monstruos pues no sé daban cuenta que ahi andaba él, buscando palabras frescas y ricasa, porque a veces se las comía de los letreros, de los periódicos, de los libros o de otros lados donde las escribían, pero esas no le sabían tan buenas, le gustaban más las que recién salían de las bocas de las gente, esas sí que eran muy sabrosas, todas tenían sabores muy diferentes y le gustaban de distinta manera, a veces por ejemplo, pasaba entre una pareja de novios muy enamorados y justo cuando de la boca muchacha salía  un "te quiero" para su novio ¡Zaz, brincaba Bruno, que sabía saltar muy bien y atrapaba el "te quiero"! Atrapaba las dos, el "te" y el "quiero" juntos, ambas palabras, y así juntas era como le gustaban más porque sabían muy ricas a un sabor así como dulce, y ya luego se iba, y el novio de la muchacha quedaba muy enojado porque creía que su novia no lo quería, y le reclamaba a su novia, pero ella no entendía porque sí si lo había dicho, pero ninguno de los dos sabían que era un malentendido por un monstruo que se comió sus palabras, y luego ya mejor se daban un beso y se contentaban. A veces pasaba entre gente que peleaba y discutia, y que se decían muchas groserías y maldiciones de lo enojados que estaban, y entonces Bruno se comía todas todas las malas palabras que cualquiera se pudiera imaginar, y le gustaban porque combinadas tenían un sabor algo agridulce y picosito, y aunque luego le hacían que le doliera la panza él se las comía porque bien que le gustanan, y ya también se iba y la gente se quedaba viendo toda rara porque ya nadie decía malas palabras y ya no podían pelear, y mejor unos le invitaban una nieve de limón a otros y se hacían amigos y pensaban que mejor ya no era bueno decir malas palabras para poder comer más nieves de limón en lugar de estar peleando, porque las nieves siempre eran más ricas que pelear. Las que no le gustaban mucho eran las palabras que usaban los científicos, porque eras muy frias y casi ni tenian sabor, le gustaban tanto con a un niño las verduras. Lo que le gustaban mucho eran las metáforas, al principio no sabía que se les llamaba así, pero luego supo que las metáforas eran esas palabras bonitas que usaban los escritores y poetas con que se dice una cosa pero en realidad se quiere decir otra de una manera más bella, y que las maestras siempre saben explicar. Las metáforas le gustaban mucho porque eran de una forma y color y le sabian a otro más rico y siempre inesperado, como decir una paleta que parece de fresa pero sabe a piña. Cuando se comía las palabras de los científicos los científicos ya no parecían tan inteligentes y se sentían tontos, y cuando se comía la de los escritores y poetas estos decían que se las había ido la inspiración, y les echaban las culpa a unas tales musas que a pesar de tener tanto tiempo de existir seguian siendo unas muchachas muy hermosas, la más bonita era una que se llamaba Erato y a veces le daba de comer a Bruno, porque ella que era una musa sí lo podía ver.  Así como pueden darse cuenta Bruno era un monstruo muy especial y no comía cualquier cosa, y eso es sólo lo que comía, porque Bruno además hacía otras cosas y también tuvo luego algunas interesantes aventuras, pero eso ya es otra historia.










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