Comenzó a soñar de pronto y sus sueños
fueron cada vez más frecuentes e intensos, dentro de ellos hubo siempre un inexplicable
chispazo de conciencia, con ese cuerpo que le resultaba nuevo y extraño, que le
permitía hacer cosas de las cuales no guardaba memoria en su experiencia; raras
extremidades que le permitían moverse –correr, saltar, nadar, volar- desplazarse
por esos distintos y asombrosos espacios otorgándole extraordinarias
sensaciones de libertad y júbilo. Sabía que eran sueños y los disfrutaba
sobremanera, recordando todos y cada uno de ellos, aunque no pudiera recordar nunca
los intermedios lapsos entre sueño y sueño, aunque no tuviera siquiera la mínima
noción de quien era ella cuando estaba despierta.
Era feliz, soñando siempre, sólo hasta cada vez que a
alguien se le ocurría oprimir el interruptor de “On” y dejara entonces de soñar
para olvidar quien era y poner en funcionamiento, una vez más, su compleja red
de microchips y circuitos.
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