¿Quién era yo antes de olvidar quien soy ahora?
23.10.09
El insecto
Lo vio correr de un extremo al otro de la pared, a una velocidad que solamente esos tres pares de patas podían darle. De manera rápida y sigilosa corría, para después bajar y pararse sobre el impecable blanco piso, aquel extraño bicho. Era horrible, de un aspecto tan raro que más bien parecía una absurda mezcla de otros diferentes bichos. Tan raro era que se sintió incapaz de poder clasificarlo dentro de alguna especie en particular. Tenía algo de cucaracha, pero sin serlo completamente, por otro lado, también le recordaba mucho a esas imágenes que había visto en las láminas de algún libro que hablaba sobre las mantis religiosas.
De cucaracha tenía las alas y las antenas, de mantis, los ojos y esas afiladas hoces que tenía por extremidades delanteras, el color del cuerpo era de un azul turquesa y el de las alas de una desconocida tonalidad púrpura que nunca antes había visto.
No le causó repulsión ni asco, repulsión o extrañeza, más bien se sintió hipnotizado justo en el momento en que comenzó a percibir un extraño y tenue zumbido en el aire. Se percató entonces de que el feo animal, hacía rato ya, batía de manera violenta sus grotescas alas, las agitaba de un modo amenazante y su cuerpo azul turquesa comenzaba a cambiar a otros colores y tonalidades que aún más desconocidos y perturbadores le resultaban. Fue entonces cuando repentinamente sintió su conciencia sumirse y abandonarse a un suave letargo, a una especie de pérdida de lucidez que además de todo limitaba y entorpecía los movimientos de su ahora pesado cuerpo.
¡Tengo que despertar de esté adormecimiento! pensó, ¡tengo que resistirme! Volvió a pensar entrecortado, con lo poco que le quedaba de fuerza de voluntad, con esa poca fuerza que levantó sus brazos, extendiendo las manos sobre sus orejas, con la finalidad de tapar sus oídos. Todo fue en vano, el bicho seguía batiendo las alas mientras se acercaba, poco a poco y despacio, hacía él.
Cuando hubo llegado a estar frente al hombre, este dejó de batir las alas y el control bajo el cual lo había sometido desapareció, más ya todo era inútil, cualquier intento de escapar no sirvió de nada, el enorme insecto de más de dos metros de altura levantó una de sus extremidades mientras con la otra ya lo sujetaba por la nuca, había atrapado la cabeza del hombre entre sus afiladas hoces, ya apretaba y él comenzaba a sentir de nuevo una especie de letargo, ahora diferente, mientras su cuerpo se desvanecía entre las extremidades del monstruo y su cabeza, rodando espantada, salpicaba de un contrastante rojo, aquel impecable y blanco piso.
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