Insectívoro

Lo que pasa es que dejé de ser cursi y romántico el día en que una cucaracha se metió por mi nariz e instaló felizmente su nido en mi cerebro. Tal vez se comió parte este lográndo estropearlo permanentemente, o yo no sé si se ha ideado un truco en el que, a través de su diminuta vocecita, hace las más veces de especie de alterconciencia y entonces haya estado dictándome, de manera subliminal, deje de ser cursi y romántico. Tal vez pueda ser que que por las noches, mientras yo duermo dulcemente, ella salga a pasear dentro de mis sueños y a través de estos, mediante malévolos códigos cucarachiles, me envíe simbólicos mensajes contranátura desde mi parte inconciente. ¡No sé que les pasa a las cucarachas de hoy en día que están en contra de todo eso! Sí hubiera sido una luciérnaga, un grillo, el que se hubiera atrincherado en mi cerebro, otra cosa sería, brillaría, cantaría más seguido; al menos debo dar gracias, no fué una mántis la invasora, sino probablemente estaría por ahí ya llevándo a cabo libidinosas prácticas lúbricas y decapitando hombres; las mariposas aunque de buena fama no me gustan, son unas egoistas, amargadas y efímeras, creo que después de todo estoy bien con las cucarachas, no puede resultar tan malo no ser cursi y romántico, no es indispensable para vivir. O tal vez sólo sea que tenga que darme cuenta de que el único responsable de lo que soy y lo que no, soy yo, para entonces dejar ya de culpar a tan nobles e inofensivos insectos que lo único que intentan es llevar una vida tranquila, apacible y llevadera devorándo una que otra neurona dentro de nuestras diminutas cabecitas, tan cerca, pero a la vez tan apartados de los insignificantes problemas de los humanos. **suspiro**